Puedes escuchar mientras lees: http://www.youtube.com/watch?v=IyCRJmerW1Q
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El Señor Ingo y yo estamos de acuerdo en que soy hipersensible a un montón de cosas. La verdad es que yo no sabía que lo era, pero sin darme cuenta lo era. Le pregunté al Señor Ingo que cómo había podido pasar que yo no lo supiera:
-¿Cómo ha podido pasar el que yo no lo supiera, Señor Ingo?
El Señor Ingo me miró con sus ojos muy redondos y negros que nunca cierra y no me respondió:
- …
Me pregunté y le pregunté si eran unos de esos misterios de la vida.
- ¿Son unos de esos misterios de la vida, Señor Ringo?
No dijo nada, así que supuse que sí o que yo quería creer que sí, como me suele decir mamá y añade:
- Tu siempre crees que responde lo que a ti te interesa que responda. (Añade) Eres muy lista y muy pilla, tú.
La cuestión es que descubrí que era hipersensible de sopetón y no veas que faenón me llevó escribir todas las cosas a las que era hipersensible para guardarlo en mi cajita “Datos importantes para un futuro”.
El Señor Ingo es el osito de peluche más guay del mundo mundial. Aunque no hable, me ayuda, porque deja que clave mis ojos en los suyos y me pierda en ellos hasta desaparecer. Jamás ha roto en dos un pensamiento en proceso de elaboración con un “¿qué miras?” o con un movimiento de cabeza que me hacía volver en sí. Mamá sí que lo suele hacer. Lo hace a todas horas. La miro y la miro y siempre esquiva mi mirada. Papá dice que es porque no se quiere, de eso todavía no sé nada, así que no sé si es verdad, pero aún así continuo mirándola aunque esquive mi mirada un billón de veces.
La gente dice que soy rara porque miro muy fijamente a los ojos y les hago sentir mal sin yo darme cuenta. Papá dice al respecto que es que me quiero mucho y por eso no tengo miedo a nada, yo no sé si me quiero, así que cuando lo dice encojo mis hombros haciendo morritos y exclamo: “pues no lo sé”.
- Pues no lo sé.
No fue ahí cuando descubrí que era hipersensible, y aún más que lo era a un montón de cosas. Lo supe por unos de esos misterios de la vida, porque mamá nunca ha dicho nada para ella misma en voz alta delante de mí, y si no lo hubiese hecho y me hubiese enterado años más tarde, el faenón en hacer una lista para “Datos importantes para un futuro” hubiese sido muy grande. Porque si soy hipersensible ahora a un hipermegamontonazodecosas no me quiero imaginar de aquí unos años, ¡seré a un hipermegasupermontonazacodecosas!
Mamá suspiró largamente así: “Ainsssssssssssssssss...”. Se puso la mano izquierda en el pecho y dijo: “por qué seré tan hipersensible”. Y yo me pregunté “¿qué es eso de hipersensible?”
- ¿Qué es eso de hipersensible?
Y ella me dijo “algo que te afecta mucho y no puedes evitarlo”:
- Algo que te afecta mucho y no puedes evitarlo.
Ahí sí que me fui pitando y coloqué ante mí al Señor Ingo. Cogí un lápiz de color verde, unos cuantos folios y empecé a pensar. Me pregunté si era hipersensible a la cebolla:
- Lo soy, porque aunque no esté en la cocina soy capaz de olerla y mis ojos no paran de llorar. ¡Me afecta mucho y no lo puedo evitar...!
Al helado de vainilla:
- También. No me imagino probando otro sabor y arriesgarme a que no me guste... ¡No lo puedo evitar...!
A quedarme distraída...
- Mirando la ventana. Y más, si llueve. Me relaja, así que me afecta y no puedo evitar hacerlo...
A las gotas...
- Más que a la lluvia. Porque es lo que prueba que ha llovido. Verlas en la ventana, sobre los coches, sobre las hojas... Me fascina. No lo puedo evitar...
Así hice una larga lista: a la alegría inicial de notar el intenso sabor de un chicle y la inmensa tristeza cuando ya no había sabor y lo tenías que tirar. Al crear pompas de jabón y sentir satisfacción al explotarlas y notar la sensación jabonosa resultante en mis manos.. A... A... Un montón de cosas más...
Subí las escaleras que conducían a la que fue mi habitación durante tantos largos años y entré. Las paredes seguían pintadas de aquel verde manzana que tanto me gustaba, aunque las manchas de humedad mostraban que el tiempo había pasado aunque todo siguiera intacto. No habían telarañas, lo que me hacía creer que mi madre pasaba allí largas horas, recordando mi niñez y con él su pasado.
No me reconocí allí dentro pese que había sido durante años mi espacio, y me costaba revivir aquellas sensaciones tan desconocidas ahora que en aquel entonces agolpaban mi pecho haciéndome sentir una Amelie creando un mundo de sueños.
Tan sólo habían restos de mi adolescencia. Me pregunté si realmente estaban en un destino desconocido el Señor Ingo y todas aquellas cosas de mi niñez que tiré a la basura cuando ya las creí innecesarias.
Con un atisbo de duda me dirigí al cuarto de mis padres y miré bajo la cama. Había una caja en la que ponía “COSAS DE CLARA”. La saqué y no recuerdo si fue con entusiasmo, con miedo o con las dos cosas. Estaba a punto de reencontrarme con mi niñez, de revivir aquella pequeña llama. Abrir la caja era de lo más sencillo, pero aún así me costó.
Las lágrimas acudieron nada más ver al Señor Ringo. Recordé a mamá cosiendo sus rotos tantas veces, y allí seguía, fiel a mi mirada. Lo dejé sobre mi regazo mientras seguía investigando.
Habían varias fotos, objetos que en aquel momento vi un gran valor en ellos y mi cajita “Datos importantes para un futuro”. La saqué y la contemplé antes de abrirla.
Cuando lo hice, cogí aquella lista de tres hojas que creé sobre las cosas a las que era hipersensible. Las releí mientras sonreía y una vez acabé las doblé y las puse en lo más hondo de la caja. Cogí un trozo de papel y un lápiz de color rojo y en mayúsculas escribí sobre él para después meterlo en la caja:
“HIPERSENSIBLE... A LA VIDA”
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